Ese cielo con cicatrices y un sol que raya el olimpo, dónde suenan las campanas de las meretrices que aún piensan encontrar un Príncipe al fondo de la barra del bar.
Cena de perdices para insolentes que nunca llegarán a ser felices, ni por una luna ni por dos ocasos, son lacayos de la lacra del fango celestial, que prometen hacerlas reinas y las condenan a regalar una flor que sin aroma ya ni se puede pagar…
Mártires de una vida que les robaron con un sueño prometido, no hay más desgracia que pertenecer a quien es mendigo…
Reyes de la cara oculta, fragua de la resignación. Yunque del desagravio fuego demoledor, partida de damas en un juego de rol.
Batalla de olas que acaba en un do menor y que rompen los sueños de las párvulas ninfas que ya no llegaran a su graduación.
Gusto consentido por animales de altas cunas que buscan su miel, después de santas misas de orden y ley. Que lejos queda la igualdad cuando el deseo es brutalidad… Santa sede del despropósito que quita el pecado cuando se mata la infancia de tantas flores de mayo…
Urbana 7.
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