domingo, 26 de junio de 2011

Recuerdos de la inclusa (y II)

Pasaron los días y muchos años .
Candy es una mujer en edad adulta que estudia medicina y consigue su meta.
Le marcha bien en los estudios y tiene éxito profesional, pero su vida y su alma están vacías, necesita ilusiones nuevas.
Quiso salir del barrio trabajador y humilde, utilizar el recuerdo de la libertad que le inspiraban los ojos azules de su amigo Jesús. Participa en una terapia para dejar de fumar. Cuando sale de la reunión toma un taxi como de costumbre todos los días, pero esa tarde noche decide volver andando.
Se detiene y pasa a un bar, pide primero un café, pero necesita un güisqui.
El camarero la mira y le deja una rosa, se miran y se da cuenta que es Jesús.
Miradas de complicidad no pueden hablar el trabaja a mucho ritmo.
Ella le espera a que cierre el bar, afuera debajo de un soportal llueve mucho y no tiene paraguas, el pasa en dirección contraria.
Ella lo espera en un callejón el está sentado en la moto, una Harley Davidson
retumba en la noche cual trueno en una terrible noche.                                                                             
Se saludan como si no hubiera pasado el tiempo y le dice que coja un taxi y le siga. Entran en un barrio pobre pero una zona tranquila, un apartamento modesto viejo pero limpio y cuidado.
Le ofrece una toalla y se secan se cuentan la vida, el sabe de ella por su trabajo, sabe toda su trayectoria y su fama. Ella se mosquea no entiende porque no la llamo entonces nunca. El sufre el no haber estudiado mas y tiene un trabajo con salario mínimo, pero se siente vivo, es libre. Ella no es libre le pesa su pasado corto pero aburrido, sin ilusiones. Su presente es aun mas pobre y rutinario.
Se marcha con angustia de no poder recuperar a ese amigo su orgullo le puede mas. Pero cada noche lo mira a escondidas agazapada detrás de un seto.
Un día decide volver a verlo a su casa pero ya no está ahí.
Después de pensar que no volvería a verlo al salir del trabajo el la espera en silencio con un casco de moto en la parte de atrás, era para ella.
Se montan los dos juntos, ella retira su pelo del cuello para ponerse el casco y antes se fija en esos ojos que pensó perderlos para siempre. Se marchan poniendo música a la noche con el ruido que hacen dos lágrimas al caer.
Hoy nadie sabe mas de ellos. ¿SERÍA FELIZ JESUS? ¿TENDRA ELLA SU LIBERTAD?
Son las ocho suena el despertador Candy se levanta pensando que pena que todo sea un sueño, le hubiera gustado decirle que la vida es mas que un premio novel y que envidia su libertad sus ganas de vivir. En la vida las cosas
buenas solo pasan una vez si no enganchas ese tren las pierdes y por cobardía las dejas escapar. La amistad hay que cuidarla como la sangre que sale sola en una herida siempre hay que acudir nosotros primero sin ser llamados.
Urbana 7.
Inscrita en el Registro de la Propiedad Intelectual

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